Ahora resulta que el período de
crisis exige un aporte de la sociedad al mejoramiento de la economía. Podría
ser una obviedad, y hasta algo positivo, sino fuera porque el sacrificio deben
aportarlo quienes menos tienen. Parece una reacción automática, ante el primer
signo de debilitamiento financiero, el FMI salta cual leche hervida y le pide
al país en cuestión que debe ajustar los tornillos para que nada se caiga.
En el contexto actual de caos en europa, mi
objetivo en el presente artículo es realizar un análisis comparado del actuar
del FMI en la Argentina, y su protagonismo en la crisis del 2001. Por ejemplo,
las privatizaciones y la reforma laboral son dos de los requerimientos
principales que el organismo internacional de crédito le hizo al gobierno del
¿peronista? Carlos Menem. Recordarán
algunos que las misiones del fondo eran la noticia más resaltada para quienes
hoy integran el Partido Mediático
Opositor, realmente se alegraban cuando cada uno de esos delincuentes de
traje y corbata cruzaba nuestras fronteras y se convertía, por unos días, en los líderes conservadores a los que todos debíamos escuchar. Una vos divina que bajaba del
cielo para ayudarnos a superar el horror económico en el cuál estábamos
inmersos por culpa de las políticas económicas implementadas durante la
dictadura militar (también en su momento con medidas recomendadas por el fondo, pero mirá que casualidad che).
Empecemos por parte, en el año 1975, tras
comenzar el gobierno de facto del general Videla, la deuda externa sumaba
alrededor de 10.000 millones de dólares. A partir de allí la idea era
renegociar y, al mismo tiempo, aplicar medidas necesarias que recuperaran la
confianza externa e interna que Perón y sus amigos había logrado eliminar. Así en teoría suena hermoso si no fuera porque
en los hechos la deuda externa ascendería a algo más de 39.000 millones de
dólares. No voy a entrar en tecnicismos que no son mi fuerte, pero si está muy
claro que las medidas de ajustes no lograron el efecto deseado.
Avancemos hacia el año 1985 el presidente
de la UCR Raúl Alfonsin, primero en
la recuperación de la democracia, firma un acuerdo de stand by para recuperar
la economía ya en recesión, a pesar de haber prometido a un comienzo que no iba
a pagar la deuda. Entre los puntos más importantes se encuentra la liberación
del control de precios, el congelamiento de los salarios hasta que pudiera
sanearse el sistema financiero, la reducción del papel del estado en los gastos
de seguridad social y se buscaba eliminar, además, las retenciones sobre la
exportación y los aranceles de importación (¿te suena esto último?).
La siguiente es una afirmación hecha por el
presidente del fondo en el año 1990, Michel Camdessus: “La pobreza de este país es por no haber hecho el ajuste”, irónico sino
fuera tan trágico su resultado. Suponemos la admiración que habrá sentido este
hombre al ver en Menem un verdadero soldado de sus prerrogativas. Es bueno
aclarar que ninguna nación logró sanearse con las medidas del FMI, mágicamente
termina habiendo más pobres que antes y ellos terminan con más dinero. El mundo
entero de las finanzas resaltaba la solidez de nuestras finanzas públicas y de
nuestro sistema bancario (el mismo que tres años después tuvo que congelar los
fondos que la gente guardaba en sus arcas para impedir un vaciamiento).
El apoyo a la convertibilidad posibilitó el
éxito del gobierno neoliberal en alianza con el fondo monetario. La paridad del
dólar al peso dio como resultado un fracaso absoluto de la industria nacional,
favoreciendo los productos que se importaban del extranjero. Avanzamos
risueñamente al año 2000 y nos encontramos con elogios de los EEUU, quienes
dicen que las políticas del señor Fernando de la Rua están comprometidas con el
libre mercado (sin duda no lo estaban con el pueblo).
La Argentina
terminó en la crisis del 2001 porque, con el fin de facilitar el pago de la
deuda, debían buscarse fondos de quienes no fueran aliados internacionales (o
sea, nada de quitarle a los bancos o a las grandes multinacionales, no conviene
cobrarle impuestos a los ricos que son los que invierten en la sociedad, en
cambio los pobres no son productivos y no necesitan su dinero por lo tanto es
mejor pedirles a ellos un sacrificio para que nosotros podamos continuar con la
panza llena, pensarán ellos). A partir de allí explotó la burbuja, la gente se
cansó y los mandó a freír churros. El que
se vayan todos fue también un que se
vayan los que nada tienen que ver con nosotros. ¿Lo que vino después? Historia conocida, ya
no deciden sobre nuestras vidas los que solo quieren pisar las ruinas de
nuestra nación soberana. Espero que los europeos puedan tomar el mismo camino.