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Soy un escritor sin más deseos que pensar, reir, o buscar detractores que me empujen a seguir puteandolos. Pinto la realidad como a un cuadro en constante proceso de creación. Lo mejor es dejar fluir el vómito creativo, y no acumular ese cancer de reseñas mal formadas que ya no sirven más.

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jueves, 1 de noviembre de 2012

Ajustar para donde más me convenga: El Caso Argentina




  Ahora resulta que el período de crisis exige un aporte de la sociedad al mejoramiento de la economía. Podría ser una obviedad, y hasta algo positivo, sino fuera porque el sacrificio deben aportarlo quienes menos tienen. Parece una reacción automática, ante el primer signo de debilitamiento financiero, el FMI salta cual leche hervida y le pide al país en cuestión que debe ajustar los tornillos para que nada se caiga.
   En el contexto actual de caos en europa, mi objetivo en el presente artículo es realizar un análisis comparado del actuar del FMI en la Argentina, y su protagonismo en la crisis del 2001. Por ejemplo, las privatizaciones y la reforma laboral son dos de los requerimientos principales que el organismo internacional de crédito le hizo al gobierno del ¿peronista? Carlos Menem. Recordarán algunos que las misiones del fondo eran la noticia más resaltada para quienes hoy integran el Partido Mediático Opositor, realmente se alegraban cuando cada uno de esos delincuentes de traje y corbata cruzaba nuestras fronteras y se convertía, por unos días, en los líderes conservadores a los que todos debíamos escuchar. Una vos divina que bajaba del cielo para ayudarnos a superar el horror económico en el cuál estábamos inmersos por culpa de las políticas económicas implementadas durante la dictadura militar (también en su momento con medidas recomendadas por el fondo, pero mirá que casualidad che).
   Empecemos por parte, en el año 1975, tras comenzar el gobierno de facto del general Videla, la deuda externa sumaba alrededor de 10.000 millones de dólares. A partir de allí la idea era renegociar y, al mismo tiempo, aplicar medidas necesarias que recuperaran la confianza externa e interna que Perón y sus amigos había logrado eliminar.  Así en teoría suena hermoso si no fuera porque en los hechos la deuda externa ascendería a algo más de 39.000 millones de dólares. No voy a entrar en tecnicismos que no son mi fuerte, pero si está muy claro que las medidas de ajustes no lograron el efecto deseado.
    Avancemos hacia el año 1985 el presidente de la UCR Raúl Alfonsin, primero en la recuperación de la democracia, firma un acuerdo de stand by para recuperar la economía ya en recesión, a pesar de haber prometido a un comienzo que no iba a pagar la deuda. Entre los puntos más importantes se encuentra la liberación del control de precios, el congelamiento de los salarios hasta que pudiera sanearse el sistema financiero, la reducción del papel del estado en los gastos de seguridad social y se buscaba eliminar, además, las retenciones sobre la exportación y los aranceles de importación (¿te suena esto último?).
   La siguiente es una afirmación hecha por el presidente del fondo en el año 1990, Michel Camdessus: La pobreza de este país es por no haber hecho el ajuste”, irónico sino fuera tan trágico su resultado. Suponemos la admiración que habrá sentido este hombre al ver en Menem un verdadero soldado de sus prerrogativas. Es bueno aclarar que ninguna nación logró sanearse con las medidas del FMI, mágicamente termina habiendo más pobres que antes y ellos terminan con más dinero. El mundo entero de las finanzas resaltaba la solidez de nuestras finanzas públicas y de nuestro sistema bancario (el mismo que tres años después tuvo que congelar los fondos que la gente guardaba en sus arcas para impedir un vaciamiento).
   El apoyo a la convertibilidad posibilitó el éxito del gobierno neoliberal en alianza con el fondo monetario. La paridad del dólar al peso dio como resultado un fracaso absoluto de la industria nacional, favoreciendo los productos que se importaban del extranjero. Avanzamos risueñamente al año 2000 y nos encontramos con elogios de los EEUU, quienes dicen que las políticas del señor Fernando de la Rua están comprometidas con el libre mercado (sin duda no lo estaban con el pueblo).
   La Argentina terminó en la crisis del 2001 porque, con el fin de facilitar el pago de la deuda, debían buscarse fondos de quienes no fueran aliados internacionales (o sea, nada de quitarle a los bancos o a las grandes multinacionales, no conviene cobrarle impuestos a los ricos que son los que invierten en la sociedad, en cambio los pobres no son productivos y no necesitan su dinero por lo tanto es mejor pedirles a ellos un sacrificio para que nosotros podamos continuar con la panza llena, pensarán ellos). A partir de allí explotó la burbuja, la gente se cansó y los mandó a freír churros. El que se vayan todos fue también un que se vayan los que nada tienen que ver con nosotros.  ¿Lo que vino después? Historia conocida, ya no deciden sobre nuestras vidas los que solo quieren pisar las ruinas de nuestra nación soberana. Espero que los europeos puedan tomar el mismo camino. 

lunes, 29 de octubre de 2012

Violencia de género periodístico: la marcha del 8N


   Aunque Aristóteles se empeñara en afirmar que la única verdad es la realidad, el mundo mediático de nuestros días demuestra lo contrario. Lo que me motiva a hacer dicho recorte son los títulos de los periódicos y su afán de modificar los hechos, modificando también la forma en la que se los transmite. Por ejemplo, la derecha en los últimos días, de manera bastante subrepticia, ha iniciado una propaganda excesiva  y encubierta, a la manifestación cacerolera a realizarse el día 8 de noviembre (popularmente conocida con las siglas 8N).  
   Empecemos refiriéndonos a nuestro querido amigo Jorge Fontevecchia, quien el viernes 26 de octubre del presente año, a las 10:09 de la mañana, firma una nota titulada precisamente 8N. Allí la preocupación ronda la ausencia de líderes opositores que puedan canalizar la furia del pueblo, dando por sentado que esta marcha será aún más grande que la del 2001, la cual terminó con la renuncia del radical Fernando de La Rúa. "Dentro de dos jueves habrá mucha gente protestando. Probablemente, más que en todas las otras movilizaciones anti K y más que nunca antes contra ningún otro gobierno. Pero quienes participarán no se sienten motivados por ningún candidato de la oposición.". El artículo versa sobre quienes pueden llegar a absorber el desencanto opositor, fogoneando las figuras de Macri y de Scioli, dos representantes de la incapacidad y la manipulación. Pero cuando se está diciendo todo esto, lo que en realidad hay escrito por debajo, con un meta lenguaje que los periodistas suelen utilizar para que hagas lo que ellos te dicen, es: el foco no debería estar en la continuidad del gobierno, eso lo damos por descartado, sino en quien va a ser el boludo que nos permita manejarlos durante los próximos 20 años. 
   Ya la prensa no dice la verdad, ni siquiera de su propio discurso como debería ser lo correcto. Vamos a lo fácil, el diario de Bartolomé Mitre, La Nación, dedica un sector de su matituno el día lunes 29 a los afiches del cacerolazo. Reproduzcamos algunos de ellos para ver de que estoy hablando: 



  Las imágenes no son una muestra objetiva del poder de las redes sociales en las manifestaciones populares, como nos quiere hacer creer un periodista anónimo (ya que nadie firma esta nota), sino una neta publicidad de los hechos a ocurrir. La lectura es la siguiente: por si no vieron las páginas donde se difunde el evento, les damos una mano a los organizadores y posibilitamos que vaya toda la gente que pueda, así el artículo de nuestros amigos de Perfil cumple con sus objetivos. Vemos con claridad una unidad sombría entre los medios en cuestión. 
   NO seamos necios, la idea que circula en el Partido Mediático Opositor, es que el 8N tenga suficiente fuerza como para asustar a la presidente. Decirles, miré señora, nosotros desde nuestro sector podemos voltearla si queremos así no se haga la loca con esto de la ley de medios. Si nos lo proponemos el 7D no existe, porque ni siquiera va a existir usted. Tenga cuidado. Es alarmante la forma en la que planean un golpe de estado, y dejarlo como una obviedad, como algo que el pueblo no debe evitar por el bien de su futuro.